La Reina Sibil·la de Fortiá era la reina consorte de la Corona de Aragón (1377-1387). Era hija de Berenguer de Fortiá y de la Francesa de Vilamarí. El 1371 se casó por primera vez con Artal de Foces, noble aragonés, del que se quedó viuda en 1374. En 1377 se casó por segunda vez con el Rey Pedro IV de Aragón (Pedro el Ceremonioso), el cual ya tenía una hija, la infanta Isabel, convirtiendo así en la cuarta mujer del rey aragonés, el cual la coronó reina de Zaragoza en 1381. El rey murió en 1387 y Sibil·la, por miedo a la represalia de sus hijastros, se refugió en el castillo de Martín Sarroca. El nuevo rey, Juan I de Aragón, la recluyó durante un tiempo en el castillo de Montcada, hasta que finalmente ella se trasladó a Barcelona, ciudad en la que murió en 1406.

Cuando murió su cadáver recibió sepultura en el Convento de San Francisco de Barcelona, donde durante la Edad Media recibían sepultura numerosos miembros de la nobleza aragonesa. Allí se quedó el cadáver durante varios siglos hasta que en 1835 el convento fue demolido y la mayoría de los cadáveres conservados, incluyendo el de la Reina Sibil·la, fueron trasladados a la Catedral de Barcelona.

En el acuerdo municipal del bautizo del nombre de la plaza (que realmente es el cruce entre dos grandes calles), se destacaba que Sibil·la había estado la única dama de las comarcas gerundenses que había “conseguido la dignidad real a la Corona de Aragón, teniendo una influencia notable en la Corte de su marido, consiguiendo introducir en ella a múltiples familias gerundenses que provenían de Castellón de Empúrias, Fortiá, Albons, Bellcaire, etc, y otras poblaciones que no pertenecían a la alta nobleza, lo que motivó un importante cambio social a destacar”.